Mi paisano Juan Manuel Agudo me dedica su libro de relatos Palabras de Invierno (Ediciones Atlantis, 2012): “A José Luis Martínez (…) un gran goreño”. Y yo, que como su hermano Antonio todavía reclamo mi palmo de río, mi trozo de acera, siento que para ser un gran goreño no basta con añorar esta tierra en la distancia.
Os diré, ahora que ninguno de mis paisanos me escucha, que para ser un goreño como es debido habría que parecerse a Pepillo, habría que largarse humildemente a Nueva York para correr su soberbia maratón y, por último, habría que sentir en silencio lo que él le dijo a María Jesús cuando lo recogió en un deshumanizado aeropuerto: “Yo soy un árbol. Si me trasplantan de Gor, me muero”.
Pie de foto: Goreños bajo la Bandera de San Cayetano. Martínez Clares, 2013.
Nunca he estado en gor pero por una amiga comun la conozco bien
ResponderEliminarAbrazos
Siempre hay gente que nos lleva a lugares desconocidos. Eso es quizás la Literatura. Abrazos
EliminarAprovecho para buscar algo sobre Gor en Internet. Conociendo Guadix, no conocía sin embargo este otro municipio más pequeño. Yo fui transplantado a mis doce años, y aunque la tierra de acogida es cálida y fértil en la amistad y el amor, cierto es que ando desde entonces con las raíces por el aire. Un abrazo.
ResponderEliminarGor es uno de los lugares con más escritores por metro cuadrado. Tal vez porque los trasplantados andan siempre clavando sus palabras en la memoria. Abrazos.
EliminarPD: pueblo taurino y encierros con cuatro siglos de historia. Son datos que seguro interesan a un taurófilo.
Siento decir que no conozco Gor, ni Granada... Pero tus palabras me hacen desear conocer tantos lugares.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Leer es viajar... O al menos con eso se consuelan los más sedentarios. Besos
EliminarGor tiene una resonancia prehistórica, un eco monosilábico oriental que la sitúan en el mapa de la imaginación con una prestancia literaria que le confiere un aura de misterio extrageográfico y atemporal único. Un lugar mítico donde habitan los hombres de una antigua estirpe depositaria de los secretos de la lengua más pura: la de los poetas.
ResponderEliminarAve, hombre de Gor.
Me alío con tu tesis y disfruto de tu ironía. Amigo Miguel qué alegría verte por aquí pese al largo y cálido verano. Abrazos
EliminarUna crónica que me acerca a Gor, un pueblo que no conozco. Debe ser muy complaciente que le dediquen a uno un libro, me alegro por ti.
ResponderEliminarSalduos con afecto.
Setefilla
Dedicado de puño y letra. No ha hecho uno méritos para otra cosa. Saludos
Eliminar¡Gracias, José Luis!
ResponderEliminarY que conste en acta que tus palabras no son tan efímeras...
Un gran abrazo.
A eso aspira uno modestamente, quizás inconscientemente. Un abrazo, maestro.
EliminarConfieso que he tenido que buscar en Google la ubicación de Gor, no sabía de la existencia de este pueblo. Qué bonita la frase de Pepillo...preciosa.
ResponderEliminarUn beso y enhorabuena por esa dedicatoria.
Eso es lo mejor que tiene: el aroma de refugio recóndito. un beso, amiga
EliminarGracias por el descubrimiento y enhorabuena. Si no me equivoco el protagonista de la fotografía que orgulloso exhibe la bandera eres tú. ¿?
ResponderEliminarNo. Hay que ser un mozo casadero para enarbolarla y yo ya estoy rancio para esas cosas. Un abrazo
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