jueves, 24 de abril de 2014

El número marcado no existe

Las recuerdo atestadas de gente al anochecer. La mayoría de ellos eran universitarios alejados por primera vez de la patria de su infancia, jóvenes organizados en colas escrupulosamente desorganizadas que tenían, como único botín, unos cuantos duros en el bolsillo, alguna cosa verdaderamente importante que contar en unos pocos minutos, y el temor al silencio como única respuesta. Con el tiempo, me acostumbré a no mirarlas y las dí por desaparecidas igual que asumí la desaparición paulatina de aquellos barrios obreros que después habían sido guaridas perfectas de estudiantes.
Pero anoche, a la hora exacta del ocaso, un chaval se acodó en la barra y preguntó por una cabina. Descubrí, entonces, tres cosas: que los bares ya no cuentan con un teléfono propio para uso de sus clientes; que dos manzanas más arriba -le respondieron- todavía sobrevive una cabina a la enésima revolución tecnológica; y, por último, que aún queda alguien sin tarifa plana para teclear o susurrar un “te quiero” o para contar a esa madre angustiada, que casi todos tenemos, alguna mentira piadosa.
Pie de foto: Sin cobertura. Martínez Clares, 2008.

26 comentarios:

  1. Impresionante Jose Luis. En una cabina telefonica pase muchas horas hablando con mi pareja
    Su desaparicion nos hace un poco mas pobres
    Un abrazo

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    1. Recuerdo que antes había que concertar la llamada con el receptor como si de una cita se tratase, porque lo peor que te podía pasar es que, después de una hora esperando, nadie respondiese al otro lado. Abrazos

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  2. La cabina telefónica es todo un símbolo del siglo XX y un icono, no solo para la literatura y el cine,sino también para nuestros recuerdos.¿Qué sería de la novela El factor humano de Graham Greene sin aquellas cabinas rojas y de madera de Londres? ¿Qué hubiera sido de José Luis López Vázquez si no se hubiera quedado encerrado en aquella cabina en el centro de Madrid? Es obvio que no se puede enumerar todos los momentos literarios y cinematográficos respecto a la cabina, incluso de nuestra memoria. Aquellas cabinas tenían luz y puerta.Si llovía no te mojabas y podías ver el número que marcabas.Las de ahora son pequeñas,bajas,sin luz y si llueve te mojas. También se podía escribir sobre el olor peculiar de aquellas cabinas, entre plástico,metal y desesperación.

    Una cosa más,amigo. ¿No te parece raro que todavía sigan funcionando los fotomatones en las estaciones ferroviarias? En mi provincia pusieron una hace cuarenta años y todavía sigue en el mismo lugar y funcionando. Si nos ponemos a reflexionar no deja de ser inquietante,¿no crees?

    Como siempre,tus efímera palabras dan siempre para mucho.

    Un fuerte abrazo,amigo.

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    1. Pasé una noche en un fotomatón delante de la estación de Sants. De allí, nos desalojó la policía y esperamos religiosamente a que abriesen la estación durante toda la noche. Aquella madrugada nevó en Barcelona. Era enero del 93. Un abrazo

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  3. Hace poco nos hicimos una fotografía la familia entera (4p) metidos en una cabina telefónica, para mis hijos un objeto extraño, para nosotros un montón de recuerdos de verano cuando era el único medio para comunicarnos.

    Los smartphones carecen de todo romanticismo.

    Un abrazo.

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    1. La inmediatez del Smartphone se ha cargado la emoción de escuchar una voz al otro lado del mundo. Abrazos

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  4. Recuerdo cuando rebuscaba pesetas por los bolsos de los abrigos y pantalones para hacer una llamada telefónica. Qué feliz si me encontraba un duro...

    Besos desde el aire

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    1. Existía, Rosa, hasta un truco para hablar gratis indefinidamente y, cuando la compañía lo subsanaba, siempre había un genio que descubría otro. Recuerdo uno que consistía en echar la moneda y tirar tres veces seguidas de la palanca del teléfono mientras caía. Besos

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  5. ¿Y esos momentos apretaditos, en los que te abrazabas al noviete, al abrigo de la lluvia..? Ah ¡cuántos recuerdos!..Parece que ha pasado un siglo..en realidad, sí.

    Besos

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    1. Al, amiga Abril, qué maravillosos recuerdos, tan cálidos, tan cinematográficos. Besos

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  6. ah! las cabinas de mis tiempos universitarios...! José Luís, me has hecho aflorar una lejanía azul....hubo en el Sur de Italia un fuerte terremoto en el 1982 que golpeó también mi ciudad; yo era estudiante en Pisa...pasé toda la noche agarrado a una cabina de estas, turnandome con otro compañero en mi misma situación...antes que a las 7 de la mañana mi padre finalmente contestó y me aseguró que toda mi familia estaba bien...!!!

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    1. Toda una experiencia, amigo Giuseppe. El sonido del teléfono a ciertas horas no podía anunciar más que una tragedia. Porque antiguamente se respetaban ciertos principios a la hora de llamar: las comidas, la siesta y las diez de la noche como hora límite. Fuera de ahí, todo podía ser un drama. Abrazos

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  7. Al menos ya no nos podremos quedar encerrados como José Luis López Vázquez.

    Un saludo, José Luis.

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  8. A pesar de ser como su propio nombre indica cabinas publicas...una vez se cerraba esa puerta que nunca cerraba bien alli se acumulaban como muy bien cuentas confesiones privadas y anhelos de todo tipo....cuantas veces busquè una solo para decir eso de llegarè tarde.....

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    1. La urgencia por decir algo hacía que desapareciesen todas las cabinas o que, al menos, estuviesen debidamente ocupadas. Un abrazo

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  9. Espectacular entrada, muy disfrutable y gran capacidad de síntesis, la tuya. La cabina de habitáculo servía para todo lo que has mencionado, cierto; yo añadiría que muchas veces uno salía de allí timado. Ponía una moneda, consumía la mitad de ella con la llamada, y no devolvía el cambio, qué irritación, jaja. Es verdad que ya no podemos quedarnos encerrados en ellas pero, me pregunto si no estamos ahora, con los smartphones, más encerrados que nunca...
    Feliz dominical.

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    1. Tu reflexión, tan poética, tan cierta, aporta más cobertura a esta sin razón de las comunicaciones. Besos

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  10. qué recuerdos de cabinas y llamadas a cobro revertido has despertado... gracias...

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    1. A cobro revertido como último recurso, aunque muchos abusaban de él. Abrazos

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  11. Estupenda reflexión. Ahora estamos esclavizados por un aparatito con botones. Todo el mundo, en cualquier sitio, con él en las manos. ¿Qué hacían antes? ¿Cómo podían vivir?
    Un abrazo.

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    1. Y lo peor de esta esclavitud es que no tenemos nada que decir. Abrazos, maestro

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  12. Mobiliario urbano que ha pasado a ser "vintage" que es como ahora se denomina a lo pasado de moda.
    Fueron cofre de amores, rupturas, malas y buenas noticias... pero siempre escuchando una voz al otro lado que te hacía intuir su estado de ánimo, ahora se han convertido en conversaciones huecas, frías y mecánicas que lo único que te aportan es dolor de pulgar.
    Sigo prefiriendo las conversaciones cara a cara, tenga lo que tenga que decir.
    Saludos desde Tenrife.

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    1. Cuidado, amiga, si no intervienes asiduamente en el diabólico guasap, corres el peligro de parecer una inadaptada. Bromas aparte, una mirada es una mirada, y no hay imoticono que suplante a un silencio al otro lado del hilo telefónico. Saludos peninsulares

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  13. Poco a poco van desapareciendo las cabinas telefónicas
    de las esquinas de la esperanza. Imperceptiblemente
    van muriendo de aburrimiento pues no escuchan
    el alegre tintineo de las monedas, aunque a veces
    las que sobreviven se dejan acariciar por las palabras
    que preguntan en rumano si hace frío en Bucarest.
    En su lugar, aumenta cada día el número de autómatas
    que deambulan perdidos hablando solos por las calles:
    Vodafone, Movistar, Jazztel, Orange, Yoigo, Ono...
    Clónicos, mutantes, terminales de (la) última generación.

    ***

    Un abrazo, José Luis

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    1. Hace frío en todas partes, amigo Miguel. Es el sino de los tiempos. Nos reconfortan algunas cosas... tus versos entre ellas. Abrazos

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