viernes, 27 de noviembre de 2015

Pop

En enero de 1983, Andy Warhol visitó Madrid. Este viaje legendario supuso para muchos un verdadero acontecimiento, pues los artistas de la incipiente Movida se creyeron legitimados, desde entonces, por uno de sus mayores iconos y consideraron, además, que la mera presencia del genio situaba a España a la cabeza de las vanguardias europeas. Fue, tal vez, un engañoso salto hacia la modernidad que, desde la distancia de los años, aún mantiene un cierto sabor a desencanto.
Warhol fue agasajado con formidables fiestas, y a éstas no faltaron algunos de los miembros más selectos de la sociedad madrileña, incluido el sector más putrefacto y arcaico. Cuenta Luis Antonio de Villena que el norteamericano no quería regresar a su país sin pasar primero por el Museo del Prado. “Al día siguiente de la fiesta con los March”, explica, “le acompañamos al Museo del Prado”. Warhol había mostrado su interés, sobre todo, por la obra de Zurbarán. Al llegar a la entrada de la pinacoteca preguntó por la tienda. Allí, compró varias postales. Pero, cuando sus acólitos le invitaron a pasar al interior del museo, él respondió mostrándoles las postales: “No, no, ya lo he visto. Es maravilloso, es un museo magnífico, me ha encantado”. En palabras del propio Luis Antonio de Villena, esta anécdota protagonizada por el idolatrado artista es lo “más pop de lo pop”.
Acaso sea por este tipo de admirables excentricidades que mis gustos se han decantado siempre por otras cuestiones más vulgares, menos místicas, más poéticas, si me permiten la creencia. Con los pies en el suelo, uno también ha llegado a enamorarse del arte y de sus músicas, pero un poco a la manera canalla que describe José Ignacio Lapido cuando afirma: “En el escenario, se encontrarán con una banda de rock. Y, en la barra, cervezas frías, supongo”.
Pie de foto: Andy Warhol. Sitio web de la imagen.

10 comentarios:

  1. "Saludé a un montón de gente, y todos me saludaron..." Esta anotación de noviembre de 1976 resume prácticamente todo el contenido de los diarios que Andy Warhol llevó durante los últimos diez años de su vida. Me encanta ese Warhol de peluca blanca y palidez cenicienta, que se asemeja a un espectro en el festín, un papel que parece literalmente creado a su medida. Lo que distingue a Warhol es su ingenuidad asumida sin esfuerzo, una inocencia maravillada que recuerda a los primeros cineastas. En más de un sentido, Warhol es el Walt Disney de la era de las anfetaminas. Sin duda alguna la mayor creación de su vida sería un ratón Mickey entumecido por el Valium y con una peluca blanca de terror. Los inexpresivos comentarios sobre su propia obra denotan una astucia burlona: "Si quieren saber algo de Andy Warhol, miren la superficie de mis cuadros. No hay nada detrás... Quiero ser una máquina... Todo el mundo es plástico. Yo quiero ser plástico...". Dijo también que en el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos. Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria. Tenemos los Reality Show, Internet y otros sueños de gloria que ahora se me escapan.

    Abrazos, amigo mío.

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    1. 15 minutitos de gloria.. los suficientes para airear tu vida y la de los tuyos. Tus comentarios siempre me enriquecen. Un abrazo

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  2. Se agradece mucho esta mirada en perspectiva y que nos pone en antecedentes a algunos.
    Me hace mucha gracia la rocambolesca anécdota del museo; el tipo lo tenía todo resumido en imágenes, no necesitaba nada más, eso es simplificar, sí señor.
    Un abrazo.

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    1. Fue un acto precursor de internet. Ahora vamos a todas partes sin ir... vamos... como Warhol pero con 30 años de retraso. Besos

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  3. Disculpame Jose Luis....nunca me ha interesado este tipo y sus ocurrencias....y esta del museo hace que me interese menos todavía....me voy a la barra a por una cerveza...un abrazo

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    1. Eres de los míos. Casi me indigné cuando Luis Antonio de Villena contó la anécdota como si narrase un hecho glorioso. Venga esa cerveza. Un abrazo

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  4. No tenia ni idea de la anécdota pero ahora me siento mejor. Saber lo que opinaba este hombre no me quita el sueño. Al fin y al cabo todos somos del mismo barro, genios o no.
    Tambien me voy al bar, pero despues de visitar el museo.

    Un placer siempre, leer tus "efímeras palabras", Jose Luis.

    Un beso

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    1. El bar es la culminación del arte... algo así pensarán nuestros posibles lectores del futuro cuando nos lean... un futuro sin bares, naturalmente. Besos

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  5. Vaya tela con las excentricidades de los artistas... Esta, como bien has dicho, es lo “más pop de lo pop”.

    Besos y ha pasarlos bien, amigos

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