martes, 15 de marzo de 2016

Brindis

Música ambulante. Martínez Clares, 2012.

En las barras, conviene aguzar el oído porque dan mucho juego: ¡Ni poetas dramáticos ni cantantes melódicos!

12 comentarios:

  1. Verdades como puños se oyen en los bares, es lo que tiene el alcohol, que deshinibe el pensamiento. Estupenda foto que ya te conocía.
    Un abrazo.

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  2. Trabajé detrás de una barra y fue una experiencia muy bonita, además de curiosa.

    Saludos

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  3. Barras de bar, vertederos de amor...

    Besos

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  4. Todo puede ir bien, todo puede ir mal,
    y la noche vuelve a empezar...

    Un saludo, José Luis.

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  5. Gente acodada en la barra de un bar. Esta imagen ha dado lo mejor en el cine, en la literatura y en las grandes amistadas, es decir, en nuestras vidas. Debo decir que lamentablemente los bares ya van dejando de ser lo que eran, al menos por estos lares. Los profesionales que sabían pinchar una buena caña y atender a los de su tripulación, porque eso es un buen bar, un barco a la deriva con sus grumetes de la vida que navegan sin rumbo pero felices hacia el fondo del vaso, jarra o lo que sea. Ay, qué sería la literatura de Bukowski sin los bares. Qué sería Fat City (la ciudad sin esperanza) sin aquel bar donde bebían juntos Stacy Keach y Jeff Bridges. Adónde iría ese pobre escritor para charlar monologar su vida y que solo pudo escribir el título de su novela La botella, sí, estoy hablando de Ray Milland y de sus días sin huella. Y ya ni hablo de las tapas. Ahora los bares ya no tienen tapas; no saben hacerla. Nadie las pide porque no tienen con qué pagarlas. Ay, suerte que en Andalucía sigue con la tradición. Cuando voy por allí ya sé lo que tengo que hacer. ¡Camarero! ¡Una caña! ¡Y una tapa de pescadito frito! Luego se van acercando la buena gente.

    Abrazos, amigo.

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    1. Imposible decir más de un barco a la deriva. Gracias, Francisco, desde estos días sin huella. Un abrazo

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  6. Los bares, esos centros del saber...

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