
No es tarea fácil aproximarse a ellos ni constatar su presencia, pues su instinto les aconseja alejarse de cualquier contacto con el ser humano y, por ello, se refugian en arcaicos cajones, en baúles y arcones agolpados en las solanas, buhardillas y sótanos de las viejas viviendas.
Para lograr estas instantáneas, se ha utilizado la tecnología más puntera y rompedora: mi perpetua Canon y un flexo metálico de mesa, que siempre me acompaña en mis expediciones por el mundo tenebroso de los claroscuros.
Una sorpresa agradable descubrir este blog, con tus fotografías espectaculares.
ResponderEliminarSaludos.