Argumentaba Carpentier que el
castellano, a diferencia de otras lenguas, regala al poeta la posibilidad de
hacer estallar el idioma cada vez que le hace falta.
Ahora comprendo que nuestras
certezas se tambaleen cuando leemos a alguno de esos malditos poetas que escriben con la
intención de encender la mecha de las preguntas retóricas.
Pie de foto: Alejo Carpentier, 1959.
Interesante argumento el de Carpentier, e interesante también tu reflexión. A mí siempre me han gustado los escritores, los poetas, los cineastas, los artistas en general que en un momento dado le ponen a uno patas arriba, los que le hacen a uno replantearse las verdades que creía inamovibles, esos que le hacen a una exclamar ¡será cabrón!. Un abrazo.
ResponderEliminarSuscribo lo que dices totalmente. Abrazos
EliminarEso era porque mo habia corregido examenes de la ESO...esos si que dinamitan el lenguaje...ja,ja
ResponderEliminarUn abrazo
Doy fe de ello, amigo Juanjo. Un abrazo
EliminarJ.L un regalo para acompañar tu entrada. Pertenece al ensayo Las im´´agenes posibles, el autor ya sabes, Carpentier. Perd´´on los acentos que omito por este metaf´´orico asunto de que cuando entro a tu blog, mi acento se inventa espejos.
ResponderEliminar"Apesadumbrado fantasma de nadas conjeturables. El nacido dentro de la poesia siente el peso de su irreal, su otra realidad, continuo. Su testimonio del no ser, su testigo del acto inocente de nacer, va saltando de la barca a una concepcion del mundo como imagen. La imagen como un absoluto, la imagen que se sabe imagen, la imagen como la ultima de las historias posibles".
Gran regalo, amiga. Esas últimas líneas describen lo que es la poesía para mí. Besos
EliminarJL, Carpentier en estado puro... Eso lo mismo que en el blues eléctrico, Luther Allison. Magisterio del grande. Abrazos
ResponderEliminarLas conexiones entre poesía y música siempre presentes. Abrazos
EliminarNos van quedando poquitas certezas y muchas preguntas...
ResponderEliminarUn beso Jose Luis.
Porque vamos siendo más sabios. Besos
EliminarBien está todo poema que hace tambalear nuestras certezas y cualquier verso que ayude a una llama a calcinar palmo a palmo la mecha.
ResponderEliminarLa literatura incendiaria es la única literatura. Un abrazo
EliminarMás de un poema me ha obligado a mí a replantearme alguna que otra cuestión...
ResponderEliminarUn beso.
Sólo con agarrar un libro, tiemblo. Besos
EliminarNuestra lengua, bellísima; y benditos sean los escritores que hacen encender la mecha de las preguntas retóricas.
ResponderEliminarPor cierto, ya terminé de leer tus "Versos para descreídos",(de hecho lo leí en dos sentadas),he recorrido tu blog en esas páginas, las que me han gustado y entretenido mucho, gracias, es una brillante idea que presenta al J.Luis autor y nos acerca sus palpitaciones internas, también en el arte de la fotografía, felicidades por todo ello.
Me queda pendiente tus Palabras efímeras.
Un saludo afectuoso
Setefilla
En ese poemario están mis poemas más jóvenes y desenfadados. Espero que te gusten. Saludos
EliminarSi no nos hacen tambalear hasta los cimientos ¿de qué sirven los versos?
ResponderEliminarBesos desde el aire
Tú lo has dicho retóricamente. Besos
EliminarCada uno hace lo que puede... Quiero pensar que es una forma de evolución lingüística. Quizás, lo escritores de siglos pasados opinaran lo mismo de los amanuenses actuales; por buenos que sean. Saludos, Anna
ResponderEliminarGracias por pasar, amiga. Saludos
EliminarIgual, dando la vuelta al asunto, ahí encontremos las razones de que algunos tengan una especial manía por quemar libros, no vaya a ser que con el ardor que alumbran, se despierten las conciencias. Un abrazo
ResponderEliminarAlgo de eso debe haber. Un abrazo
EliminarProbablemente no sea cuestión del idioma sino de la sangre que corre por sus venas. La afirmación hoy podría malinterpretarse, cambiemos castellano por español u otro nacionalismo.
ResponderEliminarNo es una cuestión localista, sino lingüística. Carpentier habla desde el escritor sin nacionalidades y sabía de lo que hablaba puesto que él era también francófono. Hubo de elegir entre francés o castellano y se decantó por el segundo debido a esa facilidad metafórica, simbólica, que arrastramos al hablar. Hay idiomas más encorsetados. Pero no menos interesantes.
EliminarAbrazos, amigo Sergio