Escribo desde Vivaldi -Avda. Reino de España, 184-, entre conversaciones que se enhebran y lecturas apresuradas. El bacalao gratinado se demora lo suficiente como para esperarlo con avidez y, mientras, hablamos de Educación. Coincidimos en que, en la actualidad, la labor docente se reduce a responder a una enorme carga burocrática, de manera que el maestro pasa la mayor parte de su tiempo cumplimentando todos esos absurdos documentos que mantienen satisfecha a una Administración maleducada.
Entre líneas, lleno mi copa con la sangre frutal de Arzuaga.
Sé que ninguno de mis jefes me lee y, por tanto, puedo escribir con total libertad que la Educación ahora, como hace mil años, se fundamenta tan sólo en un maestro con veinticinco alumnos y bastantes cosas que aprender. Por eso, todavía me reconforta tanto leer palabras como las que ha cincelado Muñoz Molina en su bitácora: “Un maestro, un libro, un bolígrafo, un aula, pueden cambiar el mundo. En lo que a mí respecta, me cambiaron la vida”.
A mí también, maestro Antonio. A mí también.
Pie de foto: Herramientas. Martínez Clares, 2010.
Me complace comprobar, amigo José Luis, que coincidimos plenamente en esa competencia tan básica (¡y única!) de la idea educativa: La que apunta Muñoz Molina. Todas las demás pertenecen al ámbito de la Paradoja Universal: Las competencias de los incompetentes.
ResponderEliminarAbrazos
Las parodojas son nuestro pan de cada día. Abrazos, amigo
EliminarNo estoy seguro de que todos los maestros sean conscientes de la responsabilidad que tienen, de la huella que dejan, de los inspiradores o motivadores que pueden ser. Los burócratas no lo saben, otras tantas cosas tampoco.
ResponderEliminarSaludos, confío con que hayas disfrutado el bacalao.
Yo tampoco, amigo Sergio. Pero hace tiempo me juré que no le escribiría ni a los malos maestros ni a los malos músicos ni a los malos escritores. Por eso, cuando les escribo lo hago desde la admiración.
EliminarEl bacalao en su punto. Vaya pieza. Abrazos
A buen entendedor, con efímeras palabras basta. Acertado y certero, como siempre, José Luis, y especialmente cuando la llaga en la que pones el dedo es la de la Educación. La idea, en esencia, es sencilla: un hombre o una mujer modestamente sabios que con la fuerza de su vocación deciden dedicar su vida a educar a las nuevas generaciones en conocimientos y valores. Debiera ser una línea recta entre el que enseña y el que aprende, y sin embargo entre y uno y otro media un laberinto ideológicopoliticoadministrativo, cuyo trayecto es mucho más largo y amargo. Un abrazo dominical.
ResponderEliminarDel laberinto ya hablaremos otro día. Esto parece un cuento de Borges. Abrazos, amigo Juan
EliminarUn buen maestro te abre las puertas del cielo, a mí me las abrieron.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Y allí continúas. Besos
EliminarOjalá leyeran muchos padres, maestros y alumnos tus competencias básicas...Y, si ya las lee esa Administración maleducada, no te digo.
ResponderEliminarMe gusta como escribes, hacía tiempo que no venía por aquí
Besicos
Pues estás en tu casa y, naturalmente, devuelvo visita a tus estupendos blogs. Besos
EliminarYo los he tenido buenos, regulartes y malos. Pero de los dos últimos me he olvidado. No son negativos, simplemente su paso por tu vida generan indiferencia. Por eso supongo existe un manto de indiferencia por tantas cosas...
ResponderEliminarPero los buenos, los que se implican, te motivan, despiertan tu curiosidad, esos no tienen precio....Y contra la burocracia burocrática nada mejor que un buen pescado en su punto. Un abrazo.
A los malos ni agua. Y a la burocracia menos todavía. Ahora legislan sobre Educación señores que no han pisado un aula en su vida. Abrazos
EliminarAún los hay, el último que me encontré fue en segundo de bachillerato, bien es verdad que de eso hace ya ocho años...
ResponderEliminarUn saludo, José Luis.
Ocho años no es tanto. Yo me encontré el último hace veinticuatro. Abrazos
EliminarY a mi tambin. Estudie filosofia gracias a mi profesor de COU
ResponderEliminarUn abrazo
Una buena decisión. Abrazos
EliminarMi padre y mi madre eran maestros, la mayoría de mi familia "ampliada" han sido maestros; soy lo que soy también por los maestro/as que he tenido la suerte de encontrar en mi camino...la sociedad debería tratarles con el mismo o con más respeto de lo que se da a los médicos...al fin y al cabo hacen la mejor prevención posible en la vida...aunque, como a menudo pasa en esta vida, no todos se dan cuenta de esta brutal responsabilidad....también porque la sociedad les trata como si tuvieran solo responsabilidades pero no derechos...es "il cane che si mangia la coda"!!!!! Un abbraccio
ResponderEliminarAlgo parecido pasa en mi entorno familiar. Cuando nos sentamos a cenar, parecemos un claustro de profesores. La genética.
EliminarAbrazos desde el Sur.
EliminarNo eres el único maestro o profesor cuyo blog leo y, decirte que me merecéis el mayor respeto y la mayor admiración porque vosotros construís el futuro, o lo intentáis, no lo tenéis nada fácil...
ResponderEliminarSeguro que disfrutaste mucho el bacalao, yo disfruto tus reflexiones.
Un abrazo
Sete
El bacalao fue muy instructivo. abrazos
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