martes, 28 de enero de 2014

Vagos y maleantes

Gil de Biedma escribía para no morir del todo, y eso es, de alguna manera, lo que le ha sucedido a José Emilio Pacheco, porque uno se entera de su muerte y no termina de darle excesivo crédito, como tampoco daríamos excesivo crédito a cualquiera de esas improbables proezas que nos cuentan a diario desde los medios.
Pacheco fue principalmente un poeta (que repugnantes resultan en ocasiones las formas del pretérito), uno de esos extraños poetas que alcanzan el reconocimiento. Por eso resulta ahora tan rocambolesco releer aquel discurso excitante con el que recibió el Premio Cervantes 2010, el discurso en el que narraba como la primera vez que fue a abrir una cuenta a un banco el cajero le preguntó por su oficio y, al responderle que era poeta, le espetó hoscamente que eso no era una profesión.
Pie de foto: José Emilio Pacheco.

22 comentarios:

  1. Eres un buen contador de curiosidades, por eso vengo.
    Gracias, un saludo.
    Sete.

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  2. A los poetas, como a los escritores y artistas en general, les alcanza la muerte física, no la espiritual. Mientras sus obras sigan vivan, continúan entre nosotros.
    Me uno a tu homenaje al poeta.
    Un abrazo, José Luis.

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  3. Y ¿qué sabe un cajero del alma de los poetas si sólo maneja dinero?:-(

    Besos

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    1. ¿Habrá cajeros poetas? Seguro que sí... pero de forma clandestina. Bromas aparte, el de la anécdota no estuvo muy acertado. Besos

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  4. A lo mejor si hubiera dicho: "soy un gilipollas que compra preferentes", le habrían puesto la alfombra roja.

    Leí la noticia de su muerte pero no conozco sus poemas. Me pongo a ello.

    Un beso

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    1. Las preferentes... cuánto daño han hecho y todavía nadie les ha escrito un solo verso. Besos

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  5. Para mí -uno, de vez en cuando, ha de confesar sus carencias- Pacheco era un gran desconocido. Y no sabes lo que me inquieta, tras leer tanto bueno sobre su obra después de su fallecimiento.
    Abrazos.

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    1. Con Pacheco me pasa como con otros muchos: lo he picoteado pero, ay, solo tengo una vida y mucho por leer. Ahora llegarán relecturas más fructíferas, como suele pasar. Abrazos

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  6. Tampoco yo he leído nada de él, pero me apresuro a buscar, para empezar, ese discurso -supongo que no será difícil localizarlo-. He leído que expresaba su modestia recordando que era vecino de Juan Gelman, y se me ocurre que al parecer los poetas han decidido también tomar el camino de la puesta de sol de dos en dos, como los viejos mitos del cine. Abrazos.

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    1. Leí el discurso en su momento y alguno de sus brillantes anecdotarios me valió para enriquecer mi frágil presentación de "Palabras efímeras". Fue mi primera vez y Pacheco, junto a otros, me echó una mano. Un abrazo

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  7. No conocía su obra, como la de tantos... Soy una ignorante, pero me empeño en solucionarlo un poco cada día. No es profesión si no pasión, si amas lo que haces y quién no lo ama, nunca podrá entender.

    Besos desde el aire

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    1. Una ignorante admirable, si me permites la broma fácil. Yo no he leído aún ni la mitad de lo que debería haber leído. Es desastroso, pero es así, amiga. Pero lo vamos sobrellevando, ¿Verdad? Es esa sensación de ignorancia lo que nos mantiene en la brecha. Qué horroroso sería saberlo todo. Un beso

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  8. Era como son... valga el juego de los verbos...los poetas verdaderos: humilde, reconcentrado. Le pesaba la fama, pero tuvo el privilegio de quedarse con nosotros quienes le recomendaremos, mientras se multipliquen libros que nos den vida...

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    1. He visto tu entrada sobre José Emilio y me ha encantado. Un abrazo

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  9. Nunca es tarde. Lo digo ya que no he leido un poema suyo....afortunadamente sus versos están ahí para beneficiar (lo digo por lo del oficio) a todo aquel que salte de página en página. Si no es por ti no me entero. Gracias. Un abrazo

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    1. Ahora es buen momento para leerle. Creo que te gustará. Es un poeta emocionante. Abrazos

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  10. Estupendo homenaje,no he leído nada de este hombre. A ver si lo soluciono.Me ha encantado la anécdota del cajero. Un abrazo.

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    1. Este es de los que no han pisado jamás un escaparate. Toda una garantía. Abrazos

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  11. Gracias, José Luis. Yo también odio los pretéritos. Un gran abrazo.

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