Dicen que fue Baudelaire uno de los primeros en frecuentar los distritos más sombríos de la poesía. Desde entonces, esos mismos suburbios han sido recorridos por numerosos creadores que vivieron y cayeron seducidos por la épica exigua del malditismo.
Si la cuestión es matarse poco a poco, se pueden tomar algunas anotaciones interesantes visionando Leaving Las Vegas (Mike Figgis, 1995). La cinta nos cuenta la historia de una botella que se va bebiendo pausadamente a un escritor sin suerte ni talento. Todo ello, ante la lúbrica mirada de una frágil Elisabeth Shue.
Llegado a este punto, un amigo me aconseja saltarme la consensuada mención a Patty Smith. En cambio, me propone a José Manuel Caballero Bonald, reconocido infractor al que nunca le gustó el cine pero que en La novela de la memoria (Seix Barral, 2010) nos narra, amparándose en ciertas lagunas cronológicas propias de la nocturnidad, muchas de las transgresiones que animaron sus días y sus noches.
Quizá sea el talento la mejor estrategia para afrontar las batallas que nos impone este tiempo de guerras perdidas.
Pie de foto: Los fantasmas de la soledad (IV). Martínez Clares, 2008.
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