viernes, 11 de marzo de 2011

La Noche

Cuando llegué, hablaban de la noche.
El menos demacrado opinaba que durante la noche aparecen urgencias que no pueden dejarse para mañana porque no serían entendidas al despertar. Añadió que le gustaba pasear la noche, trasnochar y perderse entre esas gentes que no tienen más mecenas que el anonimato, observar o acercase a otras soledades y, llegado el caso, beber de ellas.
El más joven, menos habituado a las oscuridades, se agarraba a los versos de Caballero Bonald para iluminar la noche: La noche no tiene paredes (Seix Barrall, 2009).
Pensé apostillar que, de noche, nunca se está a salvo de las pasiones porque -como bien escribe Pilar Quirosa-Cheyrouze- “el horizonte gris supone una antesala del deseo”. Pero preferí reservarme y me limité a pedir una ronda.
Anochecía.
Entonces, bebí y les planteé una adivinanza: ¿Cuál es el espejismo que crece bajo el influjo novelesco de la luna y se va muriendo con los primeros rayos del sol?
Pie de foto: Agorafobia. Martínez Clares, 2008.

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