Me sorprendería no encontrarla al doblar la esquina.
Lleva años plantada junto a la Fuente de las Batallas, engullida por las prisas de la gente, por el ruido de los coches.
Su serenidad anida en una ciudad que ya no es mía.
Claudia Iancu es una de esas estatuas que respiran de manera casi imperceptible.
Me cuentan que para algunas personas la calle no es más que un camino que nos conduce de un lugar a otro. Allí, no tiene cabida la expresión artística. Por eso, desde hace un año, la nueva Ordenanza de la Convivencia se lo quiere poner difícil.
Pero, ¿A quién puede irritar una estatua?
Sospecho que lo que verdaderamente les molesta de ellas es su fervor por el silencio.
Pie de foto: Estatua. Martínez Clares (sobre fotografía de Paco Ortiz en Ideal), 2011.
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