martes, 15 de diciembre de 2020
Biblioteca de Escritoras/es Andaluces
sábado, 29 de agosto de 2020
El que pierde, gana.
No ha tardado en descubrirme. Normal. Estamos los dos solos en la plaza y eso me convierte en una presa fácil. Aun así, he tenido tiempo de hacerle tres fotos. Clic. Clic. Clic. Soy un tipo rápido cuando aprieto el gatillo. Tres. Qué remedio. En las dos anteriores, Josemanías tenía un mal gesto. Uno de esos gestos que sólo nos permitimos cuando nos creemos a salvo de todas las miradas. Una queja callada. Sí. Un pedirle explicaciones a alguien que no suele darlas. Algo así. Pero la tercera es diferente. La tercera me gusta. Me gusta sobre todo que, al verme, haya relajado su mirada. Casi parece que vaya a sonreír al objetivo. Tal vez, Josemanías, como cualquiera de nosotros, esconda tras sus excentricidades una pizca de vanidad. De repente, me siento algo ridículo: estoy en cuclillas, a veinte metros de él, buscando un ángulo bajo que aumente el dramatismo de una escena que, la verdad, carece de dramatismo: Josemanías en la plaza. ¿A quién podría interesarle? Me levanto. Me acerco. Somos vecinos de la Percheles. De toda la vida. “Frutos”, le digo al llegar. Tengo esa costumbre desde la infancia, la costumbre de nombrarle por su apellido, como cuando escuchaba a mi amigo Fran llamarle así, con una mezcla perfecta de ironía y afecto. Frutos. Él tampoco me ha llamado nunca por mi nombre. Al señalarme, rememora a mis ancestros. Recorre una a una todas las ramas de mi árbol genealógico. Eso hace: irse por las ramas. Me dan ganas de celebrarle con un “¡qué bien vives, José!”, pero me arrepiento. No quiero que me responda con un “¡pues vive tú igual!” como el que les soltó indignado a aquellos viejos de la fuente que pretendían afearle su conducta. Le miro. Me mira. Y nos callamos. El mundo se acaba. Eso susurran sus ojos. En cinco o seis años habrá muerto, y yo desempolvaré esta foto para ponerla en la revista del pueblo, y la narraré en presente para sentirlo vivo y poder dedicarle unas líneas. Y, de alguna forma, lo añoraré. Añoraré a Josemanías y a todos los tipos entrañables que deambulan por las calles de Gor rondando los márgenes de la sensatez. Pero mientras llega ese miércoles de un mes de enero de 2020, Josemanías sigue dejando correr la mañana en la plaza del pueblo y, parapetado detrás de nuestro silencio, quizás piense que la vida debería regirse por las mismas reglas que pactaron para las partiditas de cartas que echaba con el poeta Antonio Agudo en el Hogar del Pensionista, porque la vida sería más justa si también pudiese jugarse a “el que pierde, gana”.
Publicado en la revista Puerta de la Villa. Agosto de 2020.
miércoles, 4 de marzo de 2020
Presentación de Arteratura
jueves, 16 de enero de 2020
Regresos a Argónida
miércoles, 15 de enero de 2020
El repartidor de niebla
Pilar Quirosa - Cheyrouze. Foto: Martínez Clares. |
miércoles, 8 de enero de 2020
Y cada año la inmortalidad
Trompetas (Martínez Clares, 2019). |
viernes, 13 de diciembre de 2019
XLV edición del Premio de Poesía ‘Rafael Morales’ 2019
Miembros del jurado del Premio de Poesía ‘Rafael Morales’ 2019 |
Entre los miembros del jurado de los diferentes premios, han participado: los historiadores Ángel Ballesteros, Francisco Peñalver o Jaime Olmedo, el alcalde Juan Antonio Morcillo, Abraham Madroñal, Rafael Morales Barba, Antonio San Miguel, Ángel del Valle, Joaquín Benito de Lucas, Ángel García, Antonio Hernández y Pedro Tenorio.
lunes, 23 de septiembre de 2019
Hidra
lunes, 12 de agosto de 2019
VHS
Santiago Jiménez grabando la procesión. Gor, 2010. |
viernes, 8 de febrero de 2019
Despedida de San Cayetano
Despedida de San Cayetano, de Fran Jiménez. |
miércoles, 16 de enero de 2019
El instante de dilapidar un sentimiento
Leí este escrito
en la clausura de la Feria del libro de Almería de 2017, durante el homenaje que algunos amigos
tuvimos la ocasión de brindar a Pilar Quirosa-Cheyrouze. Hoy, al releerlo,
echándola en falta desde hace unas horas, he decidido llevarle la contraria a
Joan Manuel Serrat. Me refiero a que Serrat, en su última gira, ha cambiado los
tiempos verbales de algunas de sus canciones. Las ha llevado desde el presente hasta
el pasado. Eso ha hecho. Argumenta Serrat que se trata de canciones que hablan
de personas que ya no están. No estoy de acuerdo con él. Tampoco estoy en lo
cierto. Simplemente, creo que uno de los dos nos hemos equivocado. Yo no pienso
cambiar la voz del verbo en este escrito. No pienso hacerlo porque Pilar sigue
aquí. Sigue aquí jugueteando con las palabras que leo. Las palabras que ahora
vas a leer tú. Sigue aquí, aunque no lo hayan querido los astros.
|
Foto de Emilia Recio. |
Buenas noches. Es un placer estar aquí, con todos vosotros, en este acto de la Feria del libro de Almería. Un placer que le debo a una nueva llamada de Pilar, una más de las innumerables muestras de confianza y afecto que siempre he recibido de ella, de esta poeta almeriense que todavía se pregunta en su último libro, Memorial shadow, cuánto queda de aquella niña que se asustaba de las monjas en un colegio de Tetuán. Desde allí, desde ese lejano continente que tenemos a la vuelta de la esquina, llegó a esta tierra de luz meticulosa, y es aquí donde Pilar se estableció para desarrollar la mayor parte de su trayectoria poética. No es un capricho de este poeta caprichoso el situar a Pilar, en primer lugar, en un espacio geográfico concreto, porque me atrevo a afirmar que la obra de Pilar Quirosa Cheyrouze sería completamente diferente si el destino no le hubiese reservado un encuentro con Almería. El contexto determina la obra de cualquier creador y esta tierra se ha convertido en un escenario natural sin el que no se entenderían el lirismo, la cadencia y el aroma de los versos de Pilar. A nuestra poeta, por esta confluencia irrenunciable de espacio vital y espacio poético, se le acumulan versos de esta calaña:
Y, sin descanso, costea mi frente el mar.
Ese Mediterráneo antiguo, con su rito incansable del agua, que empapa nuestros mejores recuerdos, que fluye en la intensidad de los días azules, llegando a nosotros a través del oleaje de la memoria. Un mar que refresca este presente a veces ingrato, tan rutinario, acostumbrados, como estamos, a bañarnos en la bajamar de cada día. Porque la poética de Pilar zarpa desde las desavenencias con la rutina, como un barco de versos que, para encontrar la perspectiva adecuada, tuviese que surcar, a diario, las aguas de nuestra bahía; un barco pilotado por una mujer que es capaz de edificar un mundo nuevo a partir de los restos del naufragio; un barco cargado de futuro pero capaz de transportar las mercancías del pasado; un barco que avanza sobre el mar deformando el reflejo caprichoso de los astros, de ese cosmos que tanto fascina a Pilar; un barco cuyo rumbo se pierde en el devenir borroso de la línea del horizonte, del mismo modo que se van perdiendo lentamente las siluetas de todos cuerpos celestes al amanecer. Y, desde la cofa, Pilar anota versos en su libro de presas, versos que son, ante todo, un brindis a la luna, versos que nos guían entre las lecturas recurrentes, las músicas compartidas, los nombres de las hijas que no tuvimos, los territorios amados del pasado, los lugares que no habremos de volver a pisar aunque sigamos codiciándolos entre preguntas, rabia y nostalgia. Es la suya una poética de momentos inolvidables, de palabras atrapadas por la tela de araña del recuerdo, de preguntas retóricas para las que no hallaremos respuesta ni falta que nos hace, porque nadie necesita saber por qué es tan triste la memoria de los recuerdos felices aunque se lo pregunte a diario.
Marinera en un barco hacia la nada. Pero también maestra. Maestra de poetas -amiga, Pilar-, maestra de compañeros en esta locura de la palabra, porque eres el más claro ejemplo de que los verdaderos poetas no conocen el divismo. Me refiero a esos poetas que sin pretenderlo nos orientan y enriquecen al resto, los poetas que dan ejemplo porque saben perfectamente que ser un espejo para los demás no es la mejor manera de influirles sino más bien la única.
Hay, además, por último, algo que me encandila de la escritura de Pilar: Pilar escribe con la rebeldía de quien no acata el destino, tal vez porque está harta de que el tiempo se lo lleve todo. Hasta tal punto que, en su último libro, ha querido regalar la actualidad a sus instantes más preciosos, esos instantes que pelean por no desprenderse de su memoria, y lo ha hecho puliendo su estilo y su escritura, llegando a la conclusión de que, si los verbos son acciones en el tiempo, su ausencia, por tanto, concedería a la narración la plena atemporalidad, la vigencia más absoluta: matar el verbo para detener el tiempo. Cuánta lucidez, amiga. Por eso, por todos estos recursos de poeta rebelde que Pilar maneja con soltura -aunque Luis Antonio de Villena afirme que tu poesía se nutre del dolor-, leyéndote uno acaba convencido de que la Poesía puede vencer a la enfermedad, al desamor y a la muerte, de que tus palabras conservan el poder suficiente como para hacer que los versos, aunque sean oscuros en ocasiones, no nos oscurezcan el pensamiento ni el porvenir. No hay peligro con Pilar. Uno cierra sus libros con una sonrisa, porque se percibe mucha claridad entre sus sombras. Tus poemas constituyen el perfecto “habitáculo de los instantes que regresan”. Leyéndolos, uno descubre que Pilar tiene la virtud de decir las cosas con la sinceridad que otros ya vamos perdiendo y, por su boca eternamente joven, nos preguntamos:
Cómo escribir un poema
esperando el regreso de la luz,
la única estancia habitada.
Amiga Pilar, ya se acaba el mes de abril, ese mes que todos quisiéramos robar para guardarlo en casa, a nuestro lado, entre nuestras cosas más preciadas y nuestras preocupaciones más inoportunas, y yo imagino que tú lo despedirás desde tu torre vigía, esa habitación iluminada por el retorno perecedero de los recuerdos, donde aguardas “el sol de la medianoche” para atraparlo en una hoja en blanco, la hoja donde quedarán por siempre tu espera, tu memoria y tu palabra. Gracias a estas tres cosas que pueden parecer insignificantes, a estas guaridas inexpugnables del poeta, siempre te anticiparás a todos los naufragios que habrán de llegar, porque no en vano viajas en un barco que surca la bahía dejando una estela de versos tan infalibles como éste:
Ésta es la hora
así lo han querido los astros,
el instante de dilapidar un sentimiento.
jueves, 15 de noviembre de 2018
miércoles, 15 de agosto de 2018
La sombra del Patrón
Fotografía de Maribel García López. |
jueves, 9 de agosto de 2018
Antología de poesía iberoamericana actual
Traslado vacacional
jueves, 19 de abril de 2018
Doctorado en vientos
jueves, 15 de febrero de 2018
Un andar solitario entre la gente
lunes, 12 de febrero de 2018
En tierra de nadie
miércoles, 7 de febrero de 2018
Soñadores
Bowie and Wilde. |