Luis García Berlanga dispuso de una que le permitía entrar y salir irónicamente de esa penitenciaría llamada “Pensamiento único”.
En Calabuch (1956), nos narra sus peripecias y las de otros díscolos moradores del Régimen. Claro que a los censores -unos señores muy leídos que ejercen el paternalismo de manera intachable- les encantaron las inocentes vicisitudes de aquel pueblecito mediterráneo.
En cambio, al Profesor Hamilton no debió hacerle tanta gracia que le delatase una de esas anónimas fotografías que van dejando su rastro por el mundo.
Son los pequeños contratiempos que siempre conlleva la carencia de libertad.
Pie de foto: Fuga de luz. Martínez Clares, 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario