Apocalipsis. Martínez Clares, 2010. |
Nunca se termina de hacer una
ciudad. Apenas se concluye por el norte, ya hay que empezarla nuevamente por el
sur. Sus calles, que primero se asfaltaron, después se adoquinan; sus edificios
son derribados o remozados para especular con sus despojos o para adecuarse a
las nuevas necesidades que la sociedad, en su devenir, va generando; los
barrios periféricos se adecentan tan sólo para limar algunas de sus asperezas; sus
recorridos más cotidianos se marcan con fugaces líneas amarillas, líneas que
nos conducen cada día, sin aspavientos, a la desmoralización del tráfico
detenido; y a veces, incluso, se levantan andamios sobre nuestras cabezas para
que los peatones podamos seguir transitando bajo ellos camino de nuestro
trabajo o de la oficina del paro.
Nunca se termina de hacer una
ciudad porque se trata de un organismo vivo que se desarrolla alimentándose de
sí mismo, como un producto eternamente inacabado que crece y decrece siguiendo
las pautas que le va marcando el aburrimiento de sus pobladores.
En mi caso, en la ciudad siempre estoy de paso. Una bonita foto de ese organismo vivo que con tanto acierto nos explicas.
ResponderEliminarBuen día, amigo.
Eso es una ciudad... un lugar de paso. Aunque lleves allí veinte años. Pero algunas son maravillosas porque son nuestras. Besos
EliminarEse cielo rojo amenaza con devorar las gruas, jirafas metálicas que se recortan sobre ese lienzo.
ResponderEliminarLa ciudad sin limites.
Besos
La jungla de asfalto... con sus concejalías y todo. Menudo thriller. Besos
EliminarAquí en Sevilla tardaron casi 7 años en hacer las famosas "Setas", y ya llevan casi el mismo tiempo rematando la Torre Pelli. Parece que esta ciudad sabe bien del tema de tu entrada.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis.
No te voy a contar lo del metro de Granada...
EliminarAbrazos
Una reflexión muy, muy cierta...
ResponderEliminarY muy común. Besos
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