Feria del libro de Almería: homenaje a la obra de Pilar Quirosa Cheyrouze.
Buenas
noches. Es un placer estar aquí, con todos vosotros, en este acto de la Feria
del libro de Almería. Un placer que le debo a una nueva llamada de Pilar, una
más de las innumerables muestras de confianza y afecto que siempre he recibido
de ella, de esta poeta almeriense que todavía se pregunta en su último libro, Memorial shadow, cuánto queda de aquella
niña que se asustaba de las monjas en un colegio de Tetuán. Desde allí, desde
ese lejano continente que tenemos a la vuelta de la esquina, llegó a esta
tierra de luz meticulosa, y es aquí donde Pilar se estableció para desarrollar
la mayor parte de su trayectoria poética.
No
es un capricho de este poeta caprichoso el situar a Pilar, en primer lugar, en
un espacio geográfico concreto, porque me atrevo a afirmar que la obra de Pilar
Quirosa Cheyrouze sería completamente diferente si el destino no le hubiese
reservado un encuentro con Almería. El contexto determina la obra de cualquier
creador y esta tierra se ha convertido en un escenario natural sin el que no se
entenderían el lirismo, la cadencia y el aroma de los versos de Pilar. A
nuestra poeta, por esta confluencia irrenunciable de espacio vital y espacio
poético, se le acumulan versos de esta calaña:
Y, sin descanso, costea
mi frente el mar.
Ese
Mediterráneo antiguo, con su rito incansable del agua, que empapa nuestros mejores
recuerdos, que fluye en la intensidad de los días azules, llegando a nosotros a
través del oleaje de la memoria. Un mar que refresca este presente a veces
ingrato, tan rutinario, acostumbrados, como estamos, a bañarnos en la bajamar de
cada día.
Porque
la poética de Pilar zarpa desde las desavenencias con la rutina, como un barco
de versos que, para encontrar la perspectiva adecuada, tuviese que surcar, a
diario, las aguas de nuestra bahía; un barco pilotado por una mujer que es
capaz de edificar un mundo nuevo a partir de los restos del naufragio; un barco
cargado de futuro pero capaz de transportar las mercancías del pasado; un barco
que avanza sobre el mar deformando el reflejo caprichoso de los astros, de ese
cosmos que tanto fascina a Pilar; un barco cuyo rumbo se pierde en el devenir
borroso de la línea del horizonte, del mismo modo que se van perdiendo
lentamente las siluetas de todos cuerpos celestes al amanecer.
Y,
desde la cofa, Pilar anota versos en su libro de presas, versos que son, ante
todo, un brindis a la luna, versos
que nos guían entre las lecturas recurrentes, las músicas compartidas, los nombres de las hijas que no tuvimos,
los territorios amados del pasado, los lugares que no habremos de volver a
pisar aunque sigamos codiciándolos entre preguntas, rabia y nostalgia. Es la
suya una poética de momentos inolvidables, de palabras atrapadas por la tela de
araña del recuerdo, de preguntas retóricas para las que no hallaremos respuesta
ni falta que nos hace, porque nadie necesita saber por qué es tan triste la
memoria de los recuerdos felices aunque se lo pregunte a diario.
Marinera
en un barco hacia la nada. Pero también maestra. Maestra de poetas -amiga,
Pilar-, maestra de compañeros en esta locura de la palabra, porque eres el más
claro ejemplo de que los verdaderos poetas no conocen el divismo. Me refiero a
esos poetas que sin pretenderlo nos orientan y enriquecen al resto, los poetas
que dan ejemplo porque saben perfectamente que ser un espejo para los demás no
es la mejor manera de influirles sino más bien la única.
Hay,
además, por último, algo que me encandila de la escritura de Pilar: Pilar
escribe con la rebeldía de quien no acata el destino, tal vez porque está harta
de que el tiempo se lo lleve todo. Hasta tal punto que, en su último libro, ha
querido regalar la actualidad a sus instantes más preciosos, esos instantes que
pelean por no desprenderse de su memoria, y lo ha hecho puliendo su estilo y su
escritura, llegando a la conclusión de que, si los verbos son acciones en el
tiempo, su ausencia, por tanto, concedería a la narración la plena
atemporalidad, la vigencia más absoluta: matar el verbo para detener el tiempo.
Cuánta lucidez, amiga. Por eso, por todos estos recursos de poeta rebelde que
Pilar maneja con soltura -aunque Luis Antonio de Villena afirme que tu poesía
se nutre del dolor-, leyéndote uno acaba convencido de que la Poesía puede vencer
a la enfermedad, al desamor y a la muerte, de que tus palabras conservan el
poder suficiente como para hacer que los versos, aunque sean oscuros en
ocasiones, no nos oscurezcan el pensamiento ni el porvenir. No hay peligro con
Pilar. Uno cierra sus libros con una sonrisa, porque se percibe mucha claridad
entre sus sombras. Tus poemas constituyen el perfecto “habitáculo de los instantes que regresan”. Leyéndolos, uno descubre
que Pilar tiene la virtud de decir las cosas con la sinceridad que otros ya
vamos perdiendo y, por su boca eternamente joven, nos preguntamos:
Cómo escribir un poema
esperando el regreso de
la luz,
la única estancia
habitada”.
Amiga
Pilar, ya se acaba el mes de abril, ese mes que todos quisiéramos robar para guardarlo
en casa, a nuestro lado, entre nuestras cosas más preciadas y nuestras
preocupaciones más inoportunas, y yo imagino que tú lo despedirás desde tu
torre vigía, esa habitación iluminada por el retorno perecedero de los
recuerdos, donde aguardas “el sol de la
medianoche” para atraparlo en una hoja en blanco, la hoja donde quedarán
por siempre tu espera, tu memoria y tu palabra. Gracias a estas tres cosas que
pueden parecer insignificantes, a estas guaridas inexpugnables del poeta,
siempre te anticiparás a todos los naufragios que habrán de llegar, porque no
en vano viajas en un barco que surca la bahía dejando una estela de versos tan
infalibles como éste:
Ésta es la hora
así lo han querido los
astros,
el instante de dilapidar
un sentimiento.
Tan cerca de ti y no seguí el hilo de tu texto, no como lo hubiera hecho desde el público, y sólo ahora, al leerlo, lo uno todo y compruebo lo magníficamente que reflexionaste sobre Pilar y sobre su obra. Qué grande, Pilar, cuánta sensibilidad. Qué afortunados de tenerla a nuestro lado.
ResponderEliminarGracias, Juan. Desde allí arriba uno parece estar ausente de todo, centrado en las palabras que habrá de decir y controlando esos pequeños atisbos de nerviosismo. Grande Pilar. Un abrazo
EliminarJosé Luis, cualquier persona que se dedica a las artes y a las emociones sueña con tener alguien que hable de el/ella en la manera con la cual tu lo has hecho para Pilar Cheyrouze. Gran, bonito homenaje!
ResponderEliminarGracias, amigo Giuseppe. Con Pilar no hay que esforzarse mucho. Su obra está ahí para corroborar mis palabras. Un abrazo.
EliminarQuerido amigo, a los auténticos escritores no se les agota nunca ni la lucidez para entrever, ni el verbo para explicar. Es tu caso.
ResponderEliminarEnhorabuena, grande semblanza de la poeta Pilar.
Gracias, amiga. Se hace lo que se puede por los buenos poetas. Besos
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