Sé que estaba en casa desde hace semanas. Virginia los trae, y luego los abandona donde yo pueda encontrarlos. Siempre llevan una fecha y una dedicatoria austera.
Ayer, al fin, lo encontré.
Joaquín Pérez Azaústre se pregunta en su último poemario -Las Ollerías (Visor Libros, 2011)- por qué no puede ser un poema una verdad honrada. La respuesta se esconde en los veintiocho recuerdos del libro. En ellos, la memoria se despoja de malabarismos y retorna a los lugares cotidianos con escasas concesiones a la imaginación.
Pérez Azaústre nos demuestra que, en la escritura, el travestismo es un aderezo que sólo engaña a quien lo utiliza.
Pie de foto: Dedicatoria austera. Martínez Clares, 2008.
Me perturba la idea de una verdad deshonesta, mucho más que la de una mentira honrada. Pérez Azaustre es un fitzgeraldiano de pro; he recorrido su prosa, pero no, aún, su poesía. La lista de lecturas pendientes sigue en suma y sigue. Un abrazo.
ResponderEliminarJuan: la lista de lecturas pendientes me produce cierto desasosiego. Creo que a veces es conveniente echar el freno. Es imposible abarcarlo todo. ¿Cómo lo haría Góngora? Un abrazo
ResponderEliminarLas Ollerías es un paseo urbano y un paisaje humano que uno reconoce y en el que se reconoce. Porque además de verdad hay belleza. Y hablamos de verdades inmutables, perdurables. No de aquellas verdades de hoy que mentira serán mañana. Y viceversa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel: ahora, además, Las Ollerías son un paisaje de palabras perfectamente enlazadas que se niegan a morir en soledad. Abrazos.
ResponderEliminarSiempre es interesante descubrir autores con algo que contar. Cuídate.
ResponderEliminarRafael: don Joaquín no es nuevo, pero siempre aporta algo novedoso. Abrazos
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