Pronto supo que a Almería no se
le puede desmoronar ninguna Pompeya.
Corría el año 59 cuando Juan exploró
una tierra sin Giralda ni Alhambra,
una tierra que sintió desnuda y verdadera.
Allí, algunas camadas de niños despojados le escoltaron en su camino y pudo encontrar,
sin dificultad, fondas donde acodarse junto a la desesperanza. Como a otros que
vinimos mucho después, el tiempo perezoso y la inmutable libertad del poniente
le dejaron varado en estos campos alfombrados de ceniza.
La calamidad nunca debería ser un
legado pero, si Juan Goytisolo regresase hoy a los campos de Níjar, aún podría hablar
con la misma piedra callada y sorda y escribiría, probablemente, sobre gentes
de miradas áridas que entretienen su destino entre los yates que siguen
fondeando en el Sur.
Pie de foto: En el punto de mira. Martínez Clares, 2010.
Es curioso, vivo en un lugar donde la vegetación se apodera del paisaje cubriéndolo todo de un verde salvaje, pero la llamada de mi tierra, las voces silenciosas del desierto, no dejan de maravillarme aún a pesar de su estampa árida y terrible, inmutable. Me ha gustado mucho el post. Saludos.
ResponderEliminarDesde que paseo estas tierras de Níjar, aquel verde que tanto me gustaba me da cierta grima. Saludos
EliminarMuy Martín Fierro,muy gauchesco,amigo mío. Pero en esas tierras,no tan baldías como cantó T.S.Elliot pasaron jinetes solitarios en cinemasCope. Y los yates, bueno, fondean y nada más. Ellos no encontrarán la isla del tesoro.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
El cinemascope es un elemento indisociable de estas tierras. Los yates no tanto. Son esa parte del paisaje que le resta, más que aportarle. Abrazos
Eliminar¿Habrá centauros en ese desierto..?
ResponderEliminarDesde el páramo castellano nada nos parece tan lejano como un yate desplegando su vela.
Besos
Centauros tenemos para regalar. Es esta una tierra de héroes, todos anónimos. Como Dios manda. Besos
EliminarNo falla, los mejores siempre han pisado Almería.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis.
El vino no es malo del todo e inspira lo suficiente. Bromas aparte. Es una gran verdad. Abrazos.
EliminarEn un mundo tan cambiante, en el cual a veces no somos capaces de encontrar ni siquiera a nosotros mismos, pruebas tangibles de permanencia como la que nos describes hoy, son oasis en las cuales encontrar cobijo, fuerza y temperancia…
ResponderEliminarUn oasis es una definición perfecta. Abrazos
EliminarUn texto precioso y preciso, muy preciso. Yo que conozco ese territorio árido y desertico, cuando voy por allí y me acerco al mismo mar, me inspira y de verdad que no veo los yates aunque, los haya.
ResponderEliminarBesicos, vecino
Tanta aridez humedece los ojos del caminante. Besos
EliminarHermosas palabras dedicas a una hermosa tierra. Un abrazo.
ResponderEliminarUn lugar que nos atrapa. Abrazos
EliminarNo conozco esos parajes, pero veo que hay buenas fondas para acodarse...y camadas que hacen más jugoso el caminar. Habrá que pisar esas tierras algún día. Si la gente va y se queda por algo será...Un abrazo
ResponderEliminarTierra de cine, amigo Victor. El otro día andaba por aquí Scott con todo el equipo. Abrazos
EliminarDice uno de los humildísimos personajes que aparecen en este libro: "Dicen que el mundo cambia y pronto llegaremos a la luna, pero pa nosotros, tós los días son iguales". Parajes secos y recién sumidos en la ruina por el abandono de las minas, una existencia raída y mortecina que le da un nuevo significado a la palabra rutina... Eso encontró Goytisolo. Y sin embargo hoy son esos lugares maravillosos que tú conoces también. Un rastro de aquel abandono permanece, sin embargo, para vergüenza eterna de nuestros próceres: en pleno Parque Natural dejaron pudrirse en la ruina el Cortijo del Fraile.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tengo ese mismo párrafo subrayado, amigo Juan. Lo del Fraile... una tragedia digna de su entorno. Abrazos
ResponderEliminarMuy buena la simbiosis de imagen y palabra. Me ha encantado la fotografía!
ResponderEliminarUn placer encontrarte por estos barrios, amigo Joaquín, tan lejos de tus Ollerías. Suerte con tu nuevo libro... o mejor, aún... justicia. Un abrazo fuerte.
EliminarEl paisaje árido de Almería es un espectáculo para la fotografía. Luego están el cabo de gata que es un regalo para los sentidos y al que me une una anécdota muy simpática de cuando viví allí, y Níjar, el lugar donde adquirí de manos autóctonas y artesanas una alfombra color blanco nuclear y que, pasados quince años, en este momento en que te escribo aún luce impoluta en mi salón.Gracias por esta entrada, y disculpa que me haya extendido, tu estupendo texto me ha hecho volar a tierras almerienses.
ResponderEliminarUn beso
Sete
Es dulce el recuerdo de este amargo paisaje. Son las contradicciones de la belleza y de su recuerdo. Besos
EliminarEstuve un verano de campamento, hace muchos años, era bien pequeño, me impactó muchísimo el paisaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
A los niños estas cosas se les agarran a la memoria. Abrazos
EliminarNo puedo dejar pasar esta entrada porque precisamente este verano pasé 15 maravillosos días por aquellas tierras. Estuve en Carboneras y me enamoré de aquellas tierras y su inmensa aridez. Me encantó Aguamarga, qué pueblo tan mágico, Las Negras, Mojacar...
ResponderEliminarTuve la inmensa suerte de coincidir con la luna llena de agosto y no sabes las noches que pasé mirando su reflejo en el mar...
Un beso, José Luis
Pues entonces el libro de Goytisolo te gustará. Por él sabrás que Carboneras no se puede nombrar.... psss... trae mala suerte. Un beso, amiga
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