Gil de Biedma escribía para no
morir del todo, y eso es, de alguna manera, lo que le ha sucedido a José Emilio
Pacheco, porque uno se entera de su muerte y no termina de darle excesivo
crédito, como tampoco daríamos excesivo crédito a cualquiera de esas improbables
proezas que nos cuentan a diario desde los medios.
Pacheco fue principalmente un
poeta (que repugnantes resultan en ocasiones las formas del pretérito), uno de
esos extraños poetas que alcanzan el reconocimiento. Por eso resulta ahora tan
rocambolesco releer aquel discurso excitante con el que recibió el Premio
Cervantes 2010, el discurso en el que narraba como la primera vez que fue a
abrir una cuenta a un banco el cajero le preguntó por su oficio y, al
responderle que era poeta, le espetó hoscamente que eso no era una profesión.
Pie de foto: José Emilio Pacheco.
Eres un buen contador de curiosidades, por eso vengo.
ResponderEliminarGracias, un saludo.
Sete.
Mirar es tener curiosidad. No la perdamos. Saludos
EliminarA los poetas, como a los escritores y artistas en general, les alcanza la muerte física, no la espiritual. Mientras sus obras sigan vivan, continúan entre nosotros.
ResponderEliminarMe uno a tu homenaje al poeta.
Un abrazo, José Luis.
Muy cierto, amiga. Su huella sigue aquí. Abrazos
EliminarY ¿qué sabe un cajero del alma de los poetas si sólo maneja dinero?:-(
ResponderEliminarBesos
¿Habrá cajeros poetas? Seguro que sí... pero de forma clandestina. Bromas aparte, el de la anécdota no estuvo muy acertado. Besos
EliminarA lo mejor si hubiera dicho: "soy un gilipollas que compra preferentes", le habrían puesto la alfombra roja.
ResponderEliminarLeí la noticia de su muerte pero no conozco sus poemas. Me pongo a ello.
Un beso
Las preferentes... cuánto daño han hecho y todavía nadie les ha escrito un solo verso. Besos
EliminarPara mí -uno, de vez en cuando, ha de confesar sus carencias- Pacheco era un gran desconocido. Y no sabes lo que me inquieta, tras leer tanto bueno sobre su obra después de su fallecimiento.
ResponderEliminarAbrazos.
Con Pacheco me pasa como con otros muchos: lo he picoteado pero, ay, solo tengo una vida y mucho por leer. Ahora llegarán relecturas más fructíferas, como suele pasar. Abrazos
EliminarTampoco yo he leído nada de él, pero me apresuro a buscar, para empezar, ese discurso -supongo que no será difícil localizarlo-. He leído que expresaba su modestia recordando que era vecino de Juan Gelman, y se me ocurre que al parecer los poetas han decidido también tomar el camino de la puesta de sol de dos en dos, como los viejos mitos del cine. Abrazos.
ResponderEliminarLeí el discurso en su momento y alguno de sus brillantes anecdotarios me valió para enriquecer mi frágil presentación de "Palabras efímeras". Fue mi primera vez y Pacheco, junto a otros, me echó una mano. Un abrazo
EliminarNo conocía su obra, como la de tantos... Soy una ignorante, pero me empeño en solucionarlo un poco cada día. No es profesión si no pasión, si amas lo que haces y quién no lo ama, nunca podrá entender.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Una ignorante admirable, si me permites la broma fácil. Yo no he leído aún ni la mitad de lo que debería haber leído. Es desastroso, pero es así, amiga. Pero lo vamos sobrellevando, ¿Verdad? Es esa sensación de ignorancia lo que nos mantiene en la brecha. Qué horroroso sería saberlo todo. Un beso
EliminarEra como son... valga el juego de los verbos...los poetas verdaderos: humilde, reconcentrado. Le pesaba la fama, pero tuvo el privilegio de quedarse con nosotros quienes le recomendaremos, mientras se multipliquen libros que nos den vida...
ResponderEliminarHe visto tu entrada sobre José Emilio y me ha encantado. Un abrazo
EliminarNunca es tarde. Lo digo ya que no he leido un poema suyo....afortunadamente sus versos están ahí para beneficiar (lo digo por lo del oficio) a todo aquel que salte de página en página. Si no es por ti no me entero. Gracias. Un abrazo
ResponderEliminarAhora es buen momento para leerle. Creo que te gustará. Es un poeta emocionante. Abrazos
EliminarEstupendo homenaje,no he leído nada de este hombre. A ver si lo soluciono.Me ha encantado la anécdota del cajero. Un abrazo.
ResponderEliminarEste es de los que no han pisado jamás un escaparate. Toda una garantía. Abrazos
EliminarGracias, José Luis. Yo también odio los pretéritos. Un gran abrazo.
ResponderEliminarEl pasado tan bello, tan cruel. Abrazos
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