Holden Caulfield aborrece los
miércoles. Creo que en realidad aborrece todos los días de la semana. El chico
aún no sabe que de vez en cuando la vida nos guiña un ojo y decide corregirnos una
de nuestras auroras vertiginosas. Sí, amigo Holden. De vez en cuando, como
quien no quiere la cosa, la vida se peina a lo garçon y, entonces, las
canciones de amor no nos aburren porque nos parecen tan dulces como canallas. Qué
emocionantes son las emociones cuando se alejan de la cursilería.
Holden apenas intuye que algunas bocas
son un milagro de la humedad. Debe ser por eso que todo le deprime. Demasiadas cocacolas, amigo. Demasiadas noches
buscando alguien que te aguarde al final de tu mirada, alguien lo
suficientemente enigmático como para no defraudarte. Claro. Holden y su
cinismo. Holden y sus preguntitas. ¿Adónde irán los patos cuando se hielen sus
lagos? Qué pretenderá que le respondan a eso.
Al final, conseguirá que me
pierda los bises, la voz inabarcable
de Mara Barros, el acabóse de los conductores suicidas, la suave condena de tener
que vivir cien años.
Saben… no suelo dar consejos,
pero nunca vayan a un concierto de Sabina con un Salinger en la guantera.
Imagen: Holden Caulfield por Alexa Dunham.
Sitio web de la imagen.
Joaquín Sabina: “Nos sobran los motivos”.
Como todo individuo posmoderno, Holden necesita puntos de orientación. El protagonista quiere hallar una persona o una institución en la que apoyarse: la familia, el colegio, los profesores, los compañeros, la novia, el matrimonio o el anonimato en la sociedad. ¿Cómo termina? Con una depresión nerviosa, en una clínica psiquiátrica. Se ha descrito a Holden Caulfield como un sucesor moderno de Huckleberry Finn. Ambos héroes son jóvenes marginados, desarraigados y rebeldes en busca de su felicidad y ambos critican duramente a la sociedad. Pero hay una diferencia esencial entre los dos personajes: Huck escapa de la civilización dirigiéndose al Salvaje Oeste, mientras que Holden acaba internado en una clínica. Ésta es la historia de la novela: en la sociedad occidental de mitad del siglo XX ya no existen áreas no civilizadas en la que refugiarse si uno no encaja en la comunidad.
ResponderEliminarAy, dos grandes novelas, amigo, pero ahora que recuerdo, también Dedalus el personaje de Retrato del artista adolescente, de Joyce, dice: "Me estás hablando de religión, de patria, de nación; bueno, éstas son las redes de las cuales estoy intentando escapar".
Un fuerte abrazo,amigo.
Lo dicho: lo mejor de este blog, los comentarios. Un abrazo
EliminarLas emociones siempre se nos quedan pequeñas cuando los poetas son tan grandes.
ResponderEliminarBesos, amigo
Y Sabina lo es. Besos, amiga
EliminarAgudeza de palabras... Un abrazo
ResponderEliminarLa novela de Salinger es muy aguda. Y Sabina... pa qué vamos a decirlo. Un abrazo
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarSoy más de las quinientas noches que del centeno, entre otras cosas porque no he leído a Salinger y sí he escuchado mucho a Sabina, uno de mis poetas preferidos. Tus palabras me obligan a detenerme en una segunda lectura así que sin más, voy a por ella.
ResponderEliminarUn beso de una sola noche.
Yo también he escuchado mucho a Sabina. A Salinger le he leído menos. Entre otras cosas porque sólo realizó cuatro publicaciones y a la única que se puede acceder hoy en día es a "El guardián entre el centeno". Un beso
EliminarNo soy de Salinger y soy poco de Sabina. Lo fui, lo soy a veces. Soy de la literatura bien escrita y de las sensaciones que ofrece. Eso está quí servido.
ResponderEliminarGracias, amigo Emilio.
Eliminar