Todavía eran muy jóvenes pero ya
habían escuchado los aullidos de más de cien lobos. José Ignacio Lapido -ese
Dylan nazarí que escondía versos debajo de las piedras- les fue acercando, con
su música, a la música de las palabras. Los Ceronoventayuno
tocaban en la Industrial Copera o en las
plazas de cualquiera de aquellos pueblos del cinturón granadino que se
esforzaban por dar asilo al rock. El Chelsea
de Nueva York estaba demasiado lejos y Patty Smith no era más que un formulismo
con sabor agrio, maldito. Fueron chicos de pueblo en el efímero Guadix de los
novísimos. Se aglomeraban en las barras de La Metro ,
donde comenzaron a gestarse las canciones de Berlín Este o de Bankillo de
Acusados, y vivían muy cerca de la atmósfera docente de Antonio Enrique y
de los versos, aún inaccesibles, de Luis García Montero y Javier Egea. Querían
ser tan nocivos como Jim Morrison, enamorarse de las flores del mal, exprimir
hasta la última gota de las horas perdidas, pero les asustaban el silencio y
las preguntas retóricas. ¿Qué les llevó a pensar que sus vidas no durarían más
de cinco minutos? Sentían que aquellos tiempos eran propicios para perderlo
todo. Y todo era poco más que el amanecer de Granada, la soledad furtiva de la Torre de la Vela , el optimismo efímero de
La Pantera Rosa o el Bay-bay.
Pie de foto: Los 091.
Este texto ya es mítico, y estoy orgulloso de que apareciera en mi blog por primera vez.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis.
Siempre hay algo que contar, pero necesitamos que alguien nos incite. Ese fuiste tú. Este artículo te debe mucho. Un abrazo
EliminarConozco a los 091...me los enseño una chica llamada Noelia :)
ResponderEliminarUn abrazo
Una ceronoventaichosta de pro. Un abrazo
EliminarNo estoy acostumbrado a leerte artículos tan extensos, y éste me parece realmente excelente. No conozco al grupo, pero está sonando ya mientras te escribo, bendito Youtube (una armónica para la Canción del espantapájaros). Admiro, como sabes, los muchos nombres con los que construyes tu artículo, de Machado a Ángel González, de Muñoz Molina a Blas de Otero... Un abrazo para festejar el descubrimento musical.
ResponderEliminarToda una generación de chavales crecimos en torno a los Cero. Después, cada cual tiró por su camino. Algunos pasamos por todos esos escalones hasta llegar adonde estamos. Y ahora estamos hablando de todo esto y de todo lo demás y yo me alegro profundamente. Un abrazo
EliminarDespués cada uno tiró por su camino...pero ya ves que las veredas conducen a algunos a reencontrarse, y eso que algunos pernsabamos que habíamos tomado la ruta equivocada, pero ya veo que no viendo a dónde nos trae...Patty Smith y Angel Gonzalez...sí señor...Un abrazo
ResponderEliminarLa ruta equivocada es, en ocasiones, la mejor. Abrazos
EliminarPor cierto, "Un camino equivocado" es una de las mejores canciones de los Cero.
EliminarVoy a El Cotidiano.
ResponderEliminar;)
Allí nos vemos.
Eliminar...me estoy hundiendo en las arenas movedizas... desde ahí cualquier canción... gran artículo....
ResponderEliminarLas arenas movedizas son un mal lugar para cualquier cosa, pero la música llega a todas partes. Un saludo y bienvenido.
EliminarNo hace falta conocer al grupo para poder apreciar la música de tus palabras,amigo.No hace falta conocer las letras de las canciones porque tú le das la nota adecuada al poemario del pasar de los siglos,si, y del pesar de todos los siglos que olvidaron sus rincones, quizá el punto de fuga de todas las cosas para evitar lo cotidiano.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Es que eran muy buenos, amigo Francisco. Muy buenos. Un abrazo
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