martes, 2 de septiembre de 2014

El coraje, todavía (y II)

Pilar es, además, de ese tipo de poetas que sin pretenderlo nos orientan y enriquecen al resto. Pero ella nos enseña como lo haría un verdadero docente: predicando con el ejemplo. Nos lo decía Luis García Montero en su última visita, ¿lo recuerdas, Pilar? Nos decía que no es bueno escribir del amor cuando uno está locamente enamorado, o abandonarte al dolor de los versos más trágicos cuando el drama oscurece tu vida, cuando nos bañamos diariamente en el gris del agua. Es mejor escribir con perspectiva, dejar madurar esos sentimientos irrevocables, dar vida a las palabras desde la contención, porque es ahí donde radica la emoción de un poema, en ese poder y no querer que tanto cultivó Rafael el Gallo o en el decoro de aquellas lágrimas que se atrincheraban en la garganta de Katharine Hepburn únicamente para que le vibrase la mirada. Es éste uno de los pocos principios poéticos que aún respeto y, ciertamente, lo aprendí leyéndote, leyendo ese dolor del que afirma Fernando de Villena que se nutren tus versos, el dolor que siempre queda como rastro inquebrantable del tiempo al pasar, un dolor que en tus poemas apenas nos duele porque lo vistes con el lirismo emocionante, dulce, de la añoranza. Porque es la suya una poética de momentos inolvidables, de palabras atrapadas por la tela de araña del recuerdo, de preguntas retóricas para las que no hallaremos respuesta ni falta que nos hace. Porque cómo explicar que el amor, antes de morir, reserva un palco en el teatro de la memoria o que la intemporalidad es propia de las peores atrocidades humanas.
Pero, del mismo modo, esta nostalgia de Pilar siempre mira hacia delante desde su torre vigía y nos acompaña sin hacer demasiado ruido, sin oscurecernos el pensamiento ni el porvenir.  Por eso, me gusta que las tardes me sorprendan acariciando alguno de sus libros. Percibo, a tientas, mucha claridad en ellos. Otras veces, me anochezco, me demoro, me sumerjo tercamente en las playas de sus poemarios porque esas secuencias de poemas constituyen el perfecto “habitáculo de los instantes que regresan”. Leyéndolos, uno descubre que Pilar tiene la virtud de decir las cosas con la sinceridad que otros ya hemos perdido y, por su boca, nos preguntamos: “Cómo escribir un poema / esperando el regreso de la luz, / la única estancia habitada”.
Afuera siempre es otoño y debe llover, pero yo imagino a Pilar escribiendo en una habitación iluminada por el retorno perecedero de los recuerdos, nadando contra las olas, aguardando “el sol de la medianoche”, y me pregunto si no serán la espera, la memoria, la palabra, las únicas luces que nos quedan. Gracias a ellas, a esas guaridas inexpugnables del poeta, Pilar se anticipó a todos los naufragios que habrían de llegar y ahora, como Hypatia -aquella primera Mujer a la que dedica un último poema- nos espera serenamente entre versos infalibles porque “ésta es la hora/ así lo han querido los astros,/ el instante de dilapidar un sentimiento”.
Y hoy, aquí, siento –amiga, Pilar- que, pese a todas las cosas que nos ha ido quitando la vida, seguimos atravesando la arena de los días, leales como siempre a la inercia de la espuma, al balanceo de las olas, a la embaucadora luz del horizonte, porque aunque muchos lo duden nos queda el coraje, todavía.
Pie de foto: Pilar Quirosa con Fernando Barrionuevo, del Mediterráneo Centro Artístico (MECA).

8 comentarios:

  1. Me parece muy importante que subrayes el carácter sincero de su poesía: no sé si es frecuente o no, pero Pilar sería incapaz de componer un verso que no respondiera a la verdad de sus sentimientos sólo para tratar de mejorarlo estéticamente... Y qué bello tu último párrafo,ya que hablamos de verdad, qué magnífico ritmo. Un abrazo cómplice.

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    1. No es común la sinceridad entre los creadores, es cierto. A veces confundimos la creación con la invención. Ese último párrafo casi se me iba de las manos. Un abrazo, amigo

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  2. es, [ser creador, ser poeta] por encima de cualquiera otra consideración, un ejercicio de humildad a cuestas de otro, algo más sutil, lo sé, de 'ser sinceros'.
    Es tarea harto difícil. Y justo porque no pertenece sino a unos pocos.
    No conozco personalmente a Pilar: para ella mi abrazo sincero.
    Otro para ti, José Luis

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  3. Ya dijo Bécquer que para escribir hace falta algo más que sentimiento. Montero lo aprendió y Pilar también. "Avenida Madrid" me pareció un buen poemario, tengo ganas de conocer algo más de ella.

    Un saludo, José Luis.

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  4. En éste espacio siempre se siente uno más cerca de la parte más hermosa del ser humano.
    Escribir para esperar el regreso de la luz..Uauu !

    Besos

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    1. También hay comentarios que están muy cerca de esa parte hermosa. Besos

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