No fue un día cualquiera. El lunes
3 de abril de 1978, Woody Allen triunfó en la ceremonia de los Óscar. Logró las
estatuillas al mejor guión y al mejor director por una de sus obras de culto:
Annie Hall. Pero Allen no estuvo allí pues la ceremonia coincidía con su concierto
semanal en el Michael´s Pub, uno de esos lugares que, asociados a un momento
concreto, han edificado gran parte de la profusa mitología del siglo XX.
Más que pensar en los
motivaciones del genio de Brooklyn, con frecuencia me pregunto qué sentirían
ese selecto grupo de elegidos sabiendo que Allen no estaba en el Dorothy
Chandler Pavilion sino allí, en el 21 de la avenida 55, sobre el escenario, a
unos escasos metros, apenas camuflado entre la densa humareda del jazz, sacando
brillo, como todos los lunes, a su demacrado clarinete.
Pie de foto: Woody Allen empuñando
su longevo Albert System. Sitio web de la imagen.
El caso del viejo Woody como músico cobra mayor trascendencia en Europa agotando todas las entradas en un periquete. Esto es debido al reconocimiento como director pero no como músico, que es bastante mediocre y él también lo sabe. He intentado ir a sus conciertos aquí en Barcelona, pero no hay manera. El politiqueo y el amiguismo hace que las entradas ya estén compradas antes de dar la noticia oficial. Pero ya digo, es por ver en persona al gran cómico, al gran director, al gran escritor, a la gran leyenda viva del cine. Para mí Woody ostenta el récord, nunca igualado por ningún otro director, de haber realizado en la década de los ochenta, más películas sucesivas de obras maestras. De todas maneras, prefiero escucharle tocar el clarinete en directo que ir a cualquier concierto que se organiza en el campo para que paste el ganado.
ResponderEliminarAbrazos, amigo.
No me atrevo a juzgarlo como músico, pero al cineasta le pongo un monumento. Abrazos
EliminarSiguiendo la misma linea de pensamiento, Allen arrastra gente por ser quien es, por su obra cinematográfica, porque representa el Nueva York, el Manhattan que muchos soñamos o sentimos como nuestro, es el jazz..esa música suya y de todos..
ResponderEliminarCapítulo primero.. Él adoraba la ciudad de Nueva York..una ciudad que existía en blanco y negro..
Besos
Allen es nuestro blanco y negro en este cine actual tan coloreado y tan alejado de nosotros. Besos
EliminarDicen los muy entendidos que no es un gran clarinetista, pero yo vi el Wild Man Blues y me gustó. Lo importante es la fidelidad a una pasión (y, a título personal, que yo conseguí a mi chica con sólo leer el guión de Annie Hall, eso es ser una película romántica). Un abrazo.
ResponderEliminarSólo por esto que cuentas merece la pena escribir un buen guión. Abrazos
EliminarBueno....habrà de todo....supongo que habrà quien lo aplaudirà y quien lo considere un gesto snob....hay tantos que darian un riñon por pisar esa alfombra y sentarse en esas butacas...
ResponderEliminarForma parte de la leyenda esa ausencia ....aunque Venecia no se lo pierde....prefiero su cine a su musica....un tipo particular. Un abrazo
Un excéntrico que ha hecho del cine una forma de psicoanalizarse. Un genio... con problemas de neurosis. Abrazos
EliminarLo irónico es que a lo que le da de comer puede ausentarse. Eso sí que es de grandes.
ResponderEliminarUn saludo, José Luis.
Ausentarse del puesto de trabajo. No sé que pensaría la CEOE. Abrazos
EliminarSucede que cada cual ve premios dónde quiere. A Allen le aguardan cuatro premios mensuales, a razón de uno por semana, ahí es nada. ¿Será ese el criterio? A saber.
ResponderEliminarUn abrazo.
Wilder dijo: "Los Óscar son como las almorranas. Tarde o temprano consigues alguno". Besos
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